Seguro te resulta familiar la pregunta de ¿por qué mi cerebro piensa cosas que no quiero pensar? Tranquila, a todos nos ha pasado alguna vez en la vida, es lo que se conoce como pensamiento negativo, resulta molesto o inapropiado y ronda todo el tiempo por la cabeza. Pensamientos que pueden acabar generando ansiedad, culpa, vergüenza o miedo y que afecta a tu calidad de vida.
A continuación respondo a tu pregunta sobre por qué mi cerebro piensa cosas que no quiero pensar, desde la Psicología.
¿Qué son los pensamientos intrusivos?
Estos pensamientos que no queremos pensar se llaman pensamientos intrusivos. Son ideas, imágenes o impulsos recurrentes y persistentes que se perciben como inadecuados, indeseados o perturbadores.
Pueden aparecer en cualquier momento y sobre cualquier tema, pero suelen estar relacionados con nuestros miedos o preocupaciones más profundos.
Algunos ejemplos de pensamientos intrusivos son:
- Pensar que vas a hacer daño a alguien o a ti mismo.
- Creer que tienes una enfermedad grave o incurable.
- Suponer que tu pareja te es infiel o te va a dejar.
- Creer que eres una mala persona o que no vales nada.
- Pensar que has cometido un pecado o una falta grave.
- Suponer que vas a perder el control o a volverte loco.
Los pensamientos intrusivos son muy comunes y normales. Todos los tenemos en mayor o menor medida y no significan que seamos malas personas o que vayamos a hacer lo que pensamos. De hecho, suelen ser contrarios a nuestros valores o deseos reales. El problema surge cuando les damos demasiada importancia, los interpretamos como una amenaza o una realidad y tratamos de evitarlos o eliminarlos.
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Cómo dejar de pensar en algo que te obsesiona
Cuando tenemos un pensamiento intrusivo que nos genera malestar, lo más natural es querer dejar de pensar en él. Sin embargo, esto suele ser contraproducente, ya que cuanto más intentamos suprimir un pensamiento, más fuerza cobra y más aparece. Es lo que se conoce como el efecto rebote. Por ejemplo, si te digo que no pienses en un elefante rosa, lo más probable es que lo hagas.
Entonces, ¿cómo dejar de pensar en algo que te obsesiona? La clave está en cambiar la actitud hacia el pensamiento.
En lugar de verlo como algo peligroso, real o significativo, puedes verlo como algo neutro, irreal o irrelevante. En vez de luchar contra él, puedes aceptarlo como una simple actividad mental que no tiene por qué afectarte. En lugar de evitarlo o eliminarlo, puedes exponerte a él y habituarte.
Algunas estrategias para lograr dejar de pensar en algo que te obsesiona son:
- Observa el pensamiento con distancia y curiosidad, sin juzgarlo ni identificarte con él. Puedes usar frases como “ahora estoy teniendo el pensamiento de…” o “me doy cuenta de que estoy pensando en…” para crear una separación entre tú y el pensamiento.
- Relativiza el pensamiento y ponlo en perspectiva. Puedes recordarte que los pensamientos no son hechos ni predicciones y que no tienen por qué influir en tu conducta o en tu realidad. Puedes emplear frases como “esto es solo un pensamiento” o “esto no significa nada” para restarle importancia al pensamiento.
- Desafía el pensamiento y cuestiona su validez o utilidad. Puedes preguntarte si el pensamiento se basa en evidencias o en suposiciones, si es racional o irracional, si te ayuda o te perjudica, si es realista o exagerado. Puedes utilizar frases como “¿qué pruebas tengo de que esto sea cierto?” o “¿qué me aporta pensar esto?”, para poner en duda al pensamiento.
- Reemplaza el pensamiento por otro más positivo, realista o adaptativo. Puedes buscar alternativas al pensamiento que te generen menos malestar y que se ajusten mejor a la realidad o a tus objetivos. Puedes emplear frases como “esto es solo una posibilidad, no una certeza” o “puedo hacer frente a esta situación” para sustituir al pensamiento.
- Distráete del pensamiento y enfoca la atención en otra cosa. Puedes hacer alguna actividad que te guste, que te relaje o que te mantenga ocupado y que te ayude a olvidarte del pensamiento por un rato. Puedes hacer cosas como leer, escuchar música, hacer ejercicio, meditar o hablar con alguien para desviar la atención del pensamiento.
¿Qué pasa cuando el cerebro piensa mucho?
A veces, el problema no es tanto el contenido de los pensamientos, sino la cantidad. Hay personas que tienen la mente muy activa y que piensan constantemente en todo tipo de cosas. Esto puede ser positivo si los pensamientos son creativos, productivos o placenteros, pero también puede ser negativo si los pensamientos son repetitivos, inútiles o angustiosos.
Cuando el cerebro piensa mucho, puede tener consecuencias negativas para nuestra salud física y mental. Algunas de estas consecuencias son:
- Estrés: cuando el cerebro piensa mucho, se activa el sistema nervioso simpático, que prepara al cuerpo para la acción. Esto implica un aumento de la frecuencia cardíaca, de la presión arterial, de la respiración y de la tensión muscular. Si este estado se mantiene durante mucho tiempo, puede provocar cansancio, dolor de cabeza, insomnio o problemas digestivos.
- Ansiedad: cuando el cerebro piensa mucho, suele anticipar posibles amenazas o peligros y generar miedo o preocupación. Esto implica una activación emocional y fisiológica que puede interferir con nuestro funcionamiento normal. Si este estado se mantiene durante mucho tiempo, puede provocar nerviosismo, irritabilidad, falta de concentración o ataques de pánico.
- Depresión: cuando el cerebro piensa mucho, suele rumiar sobre el pasado o el futuro y generar tristeza o culpa. Esto implica una inhibición emocional y conductual que puede afectar a nuestra autoestima y a nuestro ánimo. Si este estado se mantiene durante mucho tiempo, puede provocar apatía, desesperanza, falta de interés o ideas suicidas.
¿Por qué pienso cosas sin sentido?
Otra cuestión que suele preocupar a las personas es por qué piensan cosas sin sentido. Por ejemplo, pensar en palabras aleatorias, en situaciones absurdas o en cosas que no tienen nada que ver con lo que están haciendo. Estos pensamientos pueden parecer extraños o ilógicos y pueden hacer dudar de nuestra cordura.
Sin embargo, estos pensamientos no son tan raros ni tan preocupantes como parecen. De hecho, son bastante normales y frecuentes. Según algunos estudios, las personas tienen entre 50.000 y 70.000 pensamientos al día y la mayoría de ellos son automáticos e inconscientes. Es decir, no los elegimos ni los controlamos y no siempre reflejan lo que queremos o sentimos.
¿Cómo se llama cuando la mente no para de pensar?
Cuando mi cerebro piensa cosas que no quiero pensar y además genera malestar o dificultades, podemos estar ante un caso de lo que se llama pensamiento excesivo o sobreanálisis. Este fenómeno se caracteriza por un exceso de actividad mental que nos impide relajarnos, disfrutar del momento o tomar decisiones. Algunas señales de que estamos pensando demasiado son:
- Repetir el mismo pensamiento una y otra vez sin llegar a una conclusión o a una solución.
- Analizar todos los detalles, las opciones y las consecuencias posibles de una situación hasta el punto de agobiarnos o bloquearnos.
- Preocuparnos por cosas que no podemos controlar o que tienen una probabilidad muy baja de ocurrir.
- Compararnos constantemente con los demás o con nuestros propios estándares y sentirnos insatisfechos o inferiores.
- Criticarnos o culpabilizarnos por todo lo que hacemos o dejamos de hacer y sentirnos inseguros o incapaces.
El pensamiento excesivo puede tener varias causas, como el estrés, la ansiedad, la depresión, el perfeccionismo, la baja autoestima o la falta de confianza. Para evitarlo o reducirlo, podemos aplicar algunas de las estrategias que hemos visto antes para dejar de pensar en algo que nos obsesiona. Además, podemos:
- Establece límites al tiempo y al espacio dedicados al pensamiento. Puedes fijar un horario y un lugar para pensar en lo que te preocupa y dejarlo fuera del resto del día y de los demás ámbitos de tu vida.
- Busca apoyo en otras personas. Puedes compartir tus pensamientos con alguien de confianza y pedirle su opinión, su consejo o su ayuda. Esto puede ayudarte a ver las cosas desde otra perspectiva y a sentirte más acompañado y comprendido.
- Acepta la incertidumbre y el riesgo. Puedes reconocer que no puedes saber ni controlar todo lo que te rodea y que siempre habrá un margen de error o de imprevisto. Esto puede ayudarte a ser más flexible y a tolerar mejor la ambigüedad y el cambio.
Espero que este artículo sobre por qué mi cerebro piensa cosas que no quiero pensar te haya resultado útil e interesante. Si tienes alguna duda, sugerencia o comentario, puedes dejarlo abajo en un comentario.
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