Cada día hacemos cientos de elecciones. Algunas son insignificantes, como lo que vamos a comer o a cenar, pero otras son muy trascendentales. Ante estos momentos cruciales, es normal tener dudas y tomarse algo más de tiempo para sopesar los beneficios y los riesgos. Pero hay personas que tienen un verdadero pavor a elegir, padecen lo que se llama decidofobia.

¿Quieres saber más sobre este miedo a tomar decisiones? Te lo cuento todo en Neurita, blog de psicología, ¡sigue leyendo!

¿Qué es la decidofobia?

La decidofobia es un temor irracional a elegir, incluso, aquellas cosas más triviales del día a día. Sin embargo, es importante tener en cuenta que no es lo mismo dedicar el tiempo necesario para valorar las decisiones o sentir algo de estrés ante las grandes opciones de la vida, que sentirse tan agobiado por la ansiedad que nos cuesta mucho decidir.

En su grado más extremo, la persona puede sufrir una parálisis por análisis o incluso un ataque de pánico ante la simple idea de tener que elegir.

Para escapar de esas sensaciones desagradables, quienes padecen decidofobia rehúyen por todos los medios hallarse en situaciones en las que deben optar por algo. Por lo general, prefieren que sean los otros quienes elijan por ellos.

El término fue acuñado por el filósofo Walter Kauffman en su libro “Without Guilt and Justice: From Decidophobia to Autonomy” de 1973, y hacía referencia a las implicaciones filosóficas del miedo a tomar decisiones, un problema que suele llevar a la conformidad.

Sin embargo, en el ámbito psicológico la decidofobia acaba afectando notablemente la salud mental de quien la sufre, llevando a un estado de ansiedad, insatisfacción y frustración casi constantes.

Síntomas de la decidofobia

Entre los síntomas de la decidofobia o miedo a tomar decisiones más frecuentes se encuentran:

  • Ansiedad y pánico cuando tiene que elegir. Es común que experimente síntomas físicos como el aumento del ritmo cardíaco, dificultad para respirar, náuseas, sudoración excesiva, temblores, náuseas, mareos y dolor en el pecho o el estómago.
  • Procrastinación. El miedo lleva a retrasar ese momento el mayor tiempo posible, siguiendo una estrategia de no-afrontamiento. Le resulta más fácil vivir con incertidumbre que decidir.
  • Ignorar al instinto. En vez de escuchar a su sexto sentido o dejarse guiar por sus instintos, suele adoptar un enfoque más racional, recabando la mayor cantidad de datos posible o solicitando opinión a los demás para que le ayuden a elegir. Sin embargo, esa estrategia no suele ser útil, ya que tanta información hace que sienta más inseguridad y agobio.
  • Preocupaciones excesivas. Cuando es necesario tomar una decisión importante, es normal que darle vueltas durante un tiempo. Sin embargo, la persona con decidofobia se preocupa en exceso, hasta el punto que pierde de vista el objetivo: elegir.

Por otro lado, el miedo a tomar decisiones puede traer consecuencias graves para la persona.

  • Si no eres capaz de tomar una decisión, alguien lo hará por ti. Dependerás de otra persona para tomar las riendas de tu vida y por ende puede que atraigas a personas manipuladoras o autoritarias.
  • Las relaciones se vuelven conflictivas, en fuente de discusiones y causa de distanciamiento.
  • A la larga, termina generando una elevada tensión emocional, angustia y ansiedad, por lo que afecta tu salud mental, impidiéndote encontrar la serenidad que necesitas para tomar buenas decisiones.
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¿Qué hacer cuando tienes miedo de tomar una decisión?

Es normal que al tomar una decisión sintamos algo de temor y nerviosismo, pero esto se vuelve anormal cuando nos impide seguir con nuestra vida normalmente. Nos quedamos paralizados, sin decidirnos, y experimentamos mucha angustia, lo cual es un problema que hay que aprender a solucionar.

Hay varias técnicas que nos pueden ayudar a manejar el miedo a la toma de decisiones.

1. Cree en tu habilidad para decidir correctamente

Lo que te da miedo no es elegir, sino equivocarte. El miedo no es al proceso de decisión, sino a lo que vendrá después. Por eso, puede resultarte útil buscar en tu historia esos momentos en los que decidiste bien. Incluso puedes hacer una lista. Así recuperarás un poco de confianza en ti misma y disminuirá el miedo.

Otro ejercicio positivo consiste en revisar las “malas” decisiones del pasado para valorar, con la luz de ahora, si realmente fueron tan malas como pensabas.

2. Simplifica las decisiones

Una de las mejores formas de perder el miedo a tomar decisiones consiste en simplificarlas. A menudo las grandes decisiones pueden bloquearte porque te parecen inaccesibles, pero en realidad están compuestas por elecciones más pequeñas.

Intentar abordarlas desde una perspectiva más reducida, con la que te sientas más cómoda y que puedas manejar, puede ayudarte a ir dando esos pequeños pasos necesarios para tomar la decisión.

3. Cambia tu punto de vista

Una estrategia sencilla para perder el miedo a tomar decisiones consiste en asumir una distancia psicológica de estas. Así reducirá la ansiedad que te provocan.

Puedes imaginarte enfrentando esa disyuntiva como si fueras otra persona. A menudo, para cambiar de piel basta preguntarte: “¿qué haría X?”. Luego, intenta ver la situación desde su punto de vista para poder dar el próximo paso.

4. Analiza ambos lados del riesgo

El miedo a tomar decisiones equivocadas suele aparecer cuando las posibilidades parecen arriesgadas o incluso terroríficas. Eso se debe a que lo único que tienes activo en la mente es la consecuencia negativa.

Sin embargo, todo en la vida tiene dos lados.

Por tanto, asegúrate de ver el lado opuesto de la moneda. Te ayudará hacerte algunas preguntas como: ¿qué sucederá si no actúo? Quizá la inacción podría ser igual o incluso peor que tomar una decisión.

5. Desapégate de los resultados

La dificultad para tomar decisiones suele estar vinculada con el miedo a las posibles consecuencias. Por tanto, es importante que hagas un arduo trabajo interior para desapegarte de las mismas.

Para ello, puedes preguntarte: ¿qué resultado te asusta más? ¿Por qué te da miedo? ¿Qué podrías perder o ganar? ¿Qué es lo peor que podría pasar? ¿Qué pasa si las cosas van a mi favor?

Se trata de prepararte mentalmente para todos los escenarios posibles, intentando encontrar oportunidades incluso en las situaciones que a primera vista no son idóneas.

Recuerda que los resultados no son lo único que importa. Si fallas, siempre puedes volver a intentarlo. Por suerte, la mayoría de las decisiones no son permanentes y existen formas de corregirlas.

6. Asume los errores como oportunidades de aprendizaje

El miedo a tomar decisiones equivocadas se basa en la tendencia a evitar los errores a toda costa. Sin embargo, los errores no son simplemente decisiones incorrectas, sino oportunidades para aprender o crecer.

Cuando tomas una decisión, pero no obtienes los resultados esperados, aprendes la lección. Así, la próxima vez podrás tomar mejores decisiones.

La indecisión es lo que nos impide crecer. Las decisiones, adecuadas o no, nos llevan por la vía del aprendizaje. Cada elección que hacemos nos enseña algo.

7. Escucha más tu instinto

Para perder el miedo a tomar decisiones, también hay que reconectar con el instinto. Muchas veces, el inconsciente tiene la respuesta correcta incluso antes de que hayas tenido tiempo de pensar en las opciones.

El propio Freud recomendaba dejarnos llevar por lo que hoy conocemos como inteligencia intuitiva.

Cuando tomamos decisiones pequeñas, siempre es ventajoso analizar los pros y los contras. Sin embargo, en los asuntos vitales, como la elección de la pareja o la profesión, la decisión debe venir del inconsciente, de un lugar recóndito dentro de nosotros. En las decisiones realmente importantes de la vida, debemos dejar que gobiernen las profundas necesidades de nuestra naturaleza”.

En la vida hay que tener muy mala pata para que todo lo que elijamos nos salga mal. Es verdad que hay momentos en los que se falla, pero si se piensa bien sobre la decisión a tomar esto ocurre con menos frecuencia.

Por eso hay que aprender a sentirse capaz de decidir bien, ser conscientes de que siempre y cuando meditemos sobre aquello que vamos a hacer es bastante probable que tengamos más consecuencias positivas que negativas.

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