¿Lidiando con la ira en adolescentes? Ser adolescente es difícil: especialmente los más jóvenes, enfrentan una combinación desafiante de presiones sociales emergentes, cambios fisiológicos y una fuerte necesidad de independencia. 

Como resultado, la mayoría de chicos y chicas de entre 10 y 15 años experimentan un aumento de las emociones negativas, incluida la ira. Sin embargo, no es raro que los chicos y chicas de este grupo de edad hagan un mundo, a veces dramáticamente, por problemas que parecen muy menores para los adultos que los rodean.

Si bien los arrebatos de ira de la mayoría de los adolescentes no significan un problema de salud mental subyacente, lidiar con su ira extrema puede ser desconcertante para los padres. 

Quizá te interese: Cuento para el mal genio + 5 tips

Saber cómo lidiar con las demostraciones de frustración del adolescente puede ayudarte a mantener la calma, reducir tu propia ansiedad y ayudarte a comprender mejor la causa subyacente de ese comportamiento:

1. Comprende que enojarse es aterrador para los adolescentes

Aunque la ira adolescente puede ser impactante para los padres, por lo general se siente aún más alarmante desde la perspectiva del adolescente que la experimenta. 

Los adolescentes que se enfadan rara vez tienen la intención de portarse mal; en cambio, se ven desbordados de forma inesperada por sentimientos abrumadores de angustia y reaccionan tratando de luchar contra la amenaza percibida. 

Son propensos a este tipo de comportamiento de «lucha o huida» porque sus cerebros funcionan de manera diferente a los cerebros de niños o adultos. Las investigaciones muestran que los adolescentes reaccionan más impulsivamente a los estímulos amenazantes que cualquier otro grupo de edad, particularmente en situaciones sociales.

Si tu hijo o hija adolescente se pone agresivo, recuerda que probablemente esté asustado por la intensidad de su propia ira. Quiere desesperadamente recuperar el control sobre sí mismo, pero su cerebro no se lo permite. Saber esto puede ayudarte a mantener la situación en perspectiva, comprender que los comentarios de tu hijo o hija no son personales, y así responder con empatía cuando esté lista para calmarse.

2. No trates de razonar mientras está enfadado; empatiza en su lugar

Cuando se activa la respuesta de «lucha o huida» del cerebro, se suprime la actividad en las áreas del cerebro asociadas con el pensamiento y la comunicación complejos. Como tal, tratar de razonar con un adolescente enojado casi siempre es inútil, sin importar cuán lógicos sean sus puntos. En el calor del momento, cualquier información nueva que le pidas procesar tan solo logrará aumentará su sensación de amenaza.

Generalmente, la mejor manera de manejar a un adolescente fuera de control es mantener la calma y empatizar con el dolor que siente. Trata de decir algo como “Lamento mucho que te sientas tan molesto; esto debe ser muy difícil para ti«. 

Si el adolescente no responde, pregúntale si hay algo que puedas hacer para ayudarlo. Si todavía no quiere hablar, no lo presiones para que responda; da un paso atrás y espera hasta que esté listo para hablar sobre el asunto.

Ten en cuenta que empatizar no significa que tolerar el abuso verbal o las amenazas físicas. Si se comporta de manera inapropiada contigo, aléjate de la situación hasta que se calme lo suficiente como para tratarlo con respeto.

3. Desvía su atención brevemente

Si tu hijo adolescente parece estar dispuesto a comunicarse, puedes sugerirle alguna de las siguientes técnicas para que pueda calmarse y aprovechar sus habilidades de razonamiento:

  1. Distancia: retira al adolescente de la situación angustiosa (con su consentimiento). Encuentra un lugar seguro y pacífico lejos de otras personas donde puedan estar solos. Luego, pregunta si quiere que te quedes o necesita un poco de espacio.
  2. Distracción: a veces, centrarse en algo divertido o relajante durante unos minutos puede ayudar a «reiniciar» y controlar los sentimientos. Puedes sugerirle diversiones pequeñas y manejables como por ejemplo: “Sé que estás muy enfadado en este momento, pero me gustaría que ambos tomáramos un descanso para escuchar música por unos minutos” o “Quiero hablar sobre este tema más tarde, pero primero, ¿qué tal si nos preparo un bocadillo mientras ves un video de YouTube? Creo que a los dos nos vendría bien un descanso«.

4. Sé respetuoso, pero mantente presente

La mayoría de los adolescentes necesitan “tiempo a solas” para calmarse después de un arrebato. 

Aun así, si bien debes respetar si te pide un respiro. Resulta una buena idea permanecer disponible en caso de que lo necesite. No salgas de la casa y, de vez en cuando, consulta con él para tranquilizarlo y asegurarse de que esté bien.

5. Enséñele cómo reevaluar y reparar la situación

Sermonearle no va a evitar los arrebatos de ira. En su lugar, puedes enseñarle a examinar su propio comportamiento y reparar cualquier daño que haya causado. Una vez que tu hijo se haya calmado, anímalo a revisar la situación, haciéndole preguntas abiertas, como:

  • De todo lo que pasó, ¿qué es lo que más te molestó?
  • ¿Te sentías herido antes de enfadarte? ¿Por qué?
  • ¿No entendí algo que estabas tratando de decirme?
  • ¿Entiendes mi perspectiva sobre la situación?
  • ¿Qué crees que podríamos hacer mejor la próxima vez, para que no discutamos?

Si tu hijo no se siente cómodo respondiendo estas preguntas cara a cara, permítele responderlas por correo electrónico o mensajes de texto. Usar un mediador, como un terapeuta u otro adulto de apoyo, también puede ser útil para resolver conflictos muy volátiles o recurrentes.

Pero también necesita que se le den estrategias para reparar cualquier daño que le haya hecho a sus relaciones. Estos incluyen disculparse por su comportamiento, comprender y empatizar con el daño que ha causado y preguntar qué puede hacer para que la situación vuelva a estar bien. 

Además, debe estar dispuesto a aceptar las consecuencias apropiadas por sus acciones, si es necesario, como la eliminación de cualquier privilegio.

¿Cuándo es la ira un motivo de preocupación?

La mayoría de los adolescentes aprenden a manejar su exceso de ira entre los 16 y los 18 años, pero para algunos jóvenes, la ira se convierte en un problema crónico y debilitante. 

Si los arrebatos de tu hijo o hija interfieren con frecuencia con su capacidad para manejar sus responsabilidades personales o académicas, debe trabajar con un psicólogo infantojuvenil para descubrir qué es lo que provoca su ira. 

Asimismo, los adolescentes que parecen ser un peligro para sí mismos o para los demás (ya sea a través de la violencia o indirectamente a través de un comportamiento autodestructivo) deben recibir ayuda profesional lo antes posible. 

Lidiar con los problemas de ira en los primeros años de la adolescencia es la mejor manera de prevenir problemas de conducta más graves en el futuro.

¿Quieres ser el primero en conocer los misterios de la Psicología?

Únete a la tribu de Neurita, con la newsletter y disfruta de supercontenidos exclusivos.

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es 9.jpg