En las películas de héroes siempre hay villanos. Sin malos no hay buenos. Si quieres ser un gran superhéroe necesitas de un buen enemigo.

En todas las historias heroicas, sean bíblicas, cotidianas o fantásticas hay un malvado, un traidor o un contrincante.

Los villanos son tan viejos como la historia misma. Tienen todo tipo de formas y nombres, a veces están fuera de nosotros y otras, dentro. 

Todos tenemos permanentemente malvados invitados en nuestra vida. Decimos odiarlos, pero en realidad no podemos vivir sin ellos: son una adicción.

El quejoso siempre va a encontrar de qué quejarse; el miedoso, de qué asustarse; el culposo, con qué castigarse y el exigente, un error para marcar… No nos damos cuenta de que funcionamos en piloto automático.

Y cuando finalmente alejamos a ese personaje nefasto, aparece otro en su reemplazo. ¿Por qué nos pasa esto? 

Detrás de cada villano está la oportunidad de aprender algo positivo

Igual que en las películas, los rivales nos obligan a superarnos y a mejorar para poder vencerlos. Nos empujan a hacer lo que creemos fuera de nuestras capacidades. En realidad, ellos no hacen más que mostrarnos dónde nos “trabamos”.

Marcan la línea final de nuestra zona de seguridad, y ocurre que mas allá de este límite no sabemos muy bien cómo manejarnos. A la parte más primitiva de nuestro cerebro no le gusta nada pasar está geografía extraña.

A nuestro sistema emocional no le agradan las cosas nuevas, desconocidas y, por lo tanto, potencialmente peligrosas.

Es como si dijera: “¡No te pongas a innovar que así como están las cosas, mal que bien, sé que hacer!”

Cualquier cosa que te cueste puede ser tu archirrival. Éste puede estar encarnado por una persona, un miedo, un enemigo, una tentación, un problema, etc. Ellos activan nuestros archivos de memoria de dolor y por eso los rechazamos: pareciera que cuanto más los repelemos más aparecen.

cerebro via rapida via lenta procesamiento del miedo • Neurita | Blog de Psicología

Nuestra parte más primitiva del cerebro ―las redes instintivas-emocionales― se enfocan en cualquiera que sea el adversario de turno, y le exigen a las redes cognitivas ―la parte más nueva del cerebro― una solución urgente.

Nuestra parte primitiva, que se activa en forma automática e inconsciente, “bombardea” con pensamientos a nuestra parte consciente y así nos encontramos con que una y otra vez “aparecen” de la nada pensamientos que no queremos tener.

A esto lo llamamos “intrusión”, y cuanto más peleamos contra esto, más se activan nuestras redes primitivas y más aparece: combatirla es alimentarla.

Nuestras redes instintivas-emocionales se hiperactivan, se enfocan y especializan en encontrar más y mejor a ese villano, atrapándonos en un círculo vicioso agotador. Y empezamos a pensar que el mundo está confabulado en nuestra contra, porque no podemos ver otra cosa que eso que nos molesta, preocupa y trae incertidumbre.

Así es que cuando rompemos una relación todo lo que vemos nos trae a esa persona a la mente, por más que nos propongamos no pensar en ella.

Si nos ponemos a dieta y empezamos a ver comida por todos lados, ¡hasta nos invitan a comer los que saben cocinar! Cuánta más prisa tenemos, más lento va el tráfico… ¡En especial en nuestro carril! 

¿Cómo puedo vencer al villano?

Usando nuestro cerebro humano podemos vencer a los villanos que hay en nuestra vida. Porque al utilizarlo lograremos entender lo que pasa y buscar una solución al problema. 

El simple hecho de entender conscientemente lo que nos pasa hace un mundo de diferencia. Al poder observar y decir “¡Wow, cómo se encendió mi parte emocional! Nos colocamos fuera de la situación.

En ese momento utilizaremos nuestros poderosos lóbulos prefrontales y auto observarnos. Éste es el comienzo. Si podemos ver lo que nos pasa mientras nos sucede, es porque tenemos la capacidad de accionar en lugar de reaccionar. 

Podemos dejar de actuar en automático, barridos por las emociones, y cambiar a modo consciente: eligiendo qué hacer. Hay muchas herramientas: desviar la atención, usar el humor propio, postergar o ignorar impulsos emocionales, calmar las redes emocionales usando la respiración, meditación o cualquier técnica de desarrollo personal.

También es útil hacer deporte para “quemar” los residuos emocionales, escuchar música que nos tranquilice o ver y evocar imágenes que nos hagan bien. Cada uno es un mundo, y las posibilidades son interminables. 

  • Lo que es seguro es que el peor negocio es negar o resistir a tus fantasmas. ¡Es mejor aprovecharlos para nuestro beneficio!

Ellos son el gimnasio donde se fortalece nuestro héroe: la oportunidad para descubrir todos nuestros talentos.

Con paciencia y perseverancia todos podemos ir “mudando” el control de nuestro ser, llevándolo desde lo instintivo y automático hacia las redes mas evolucionadas de nuestro cerebro: el neocortex y los lóbulos prefrontales, sede de nuestros valores humanos. 

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