La investigación ha demostrado que el castigo puede ser altamente eficaz a la hora de disminuir la conducta indeseable. A pesar de que hay cierta controversia entorno a las connotaciones éticas del castigo, es imposible crear una sociedad libre de castigo, ya que es una consecuencia inevitable del ambiente físico y biológico.

Si coges un recipiente del horno sin guantes te quemas, si maltratas a un gato te araña… Sería imposible rediseñar nuestro ambiente para eliminar todas las fuentes de castigo.

El tipo de castigo que nuestra sociedad encuentra más censurable es el dolor físico. De hecho, la administración del castigo suele estar relacionado con el estado emocional de la persona que lo imparte.

Si el castigo se administra desde la frustración y el enfado, es probable que no esté relacionado con la respuesta no deseada, que se produzca de forma demorada. Un padre puede castigar por las malas notas de su hijo debido a que viene enfadado por un problema que ha tenido en el trabajo.

Y por último, raramente viene acompañado por el reforzamiento positivo de una conducta alternativa. Ten en cuenta que el castigo como acto de agresión y frustración no produce cambios constructivos en la conducta.

¿Cuándo es ineficaz el castigo?

  1. Cuando es administrado por una persona, en vez de ser una consecuencia directa del ambiente. Por ejemplo, el incumplimiento de las leyes de tráfico, es más eficaz si tienes un accidente que si te ponen una multa.
  2. Cuando es muy intermitente, es decir ante la misma situación y la misma respuesta en unas ocasiones aparece la consecuencia negativa y en otras no. Por ejemplo, un conductor puede exceder el límite de velocidad sin ser detectado 50 veces y de ellas sólo una ha tenido multa.
  3. Cuando se demora después de la respuesta. Es decir, damos la respuesta pero la consecuencia no es inmediata, sino que pasa cierto tiempo entre que damos la respuesta y obtenemos el castigo. Por ejemplo, en esa rara vez que se detecta al conductor anterior con exceso de velocidad es probable que no se entere enseguida, sino un tiempo después de seguir conduciendo a alta velocidad, o bien por una carta.
  4. Cuando inicialmente es moderado, y sólo tras repetir varias ofensas aumenta la severidad. Por ejemplo, el conductor que le pillan la primera vez probablemente solo tendrá que pagar la multa y le costará algunos puntos, en cambio si ya tienes varias multas anteriores, y por tanto, apenas tienes puntos, pueden quitarte el carné de conducir.
  5. Cuando es señalado por un estímulo discriminativo. Muchos conductores han instalado en sus coches detectores de radares. Ante el aviso de radar, cambian la conducta.

¿Cuándo sí es eficaz el castigo?

  1. Cuando no hay intermitencia, es decir cuando la consecuencia aparece siempre. Por ejemplo, cada vez que metes los dedos en el enchufe recibes una descarga eléctrica. 
  2. Cuando el castigo es inmediato, es decir, se hace la respuesta y se obtiene la consecuencia sin demora en el tiempo. Siguiendo con el ejemplo anterior, tan pronto como entras en contacto con la luz recibes la descarga.
  3. Cuando el castigo ante la primera transgresión es intenso. El enchufe no te avisa la primera vez de que va a aparecer una descarga. La primera vez que los metes recibes la misma cantidad de electricidad que la décima que lo hagas.
  4. Cuando el castigo no está señalado por un estímulo discriminativo. No importa quién esté en la habitación, si metes los dedos en el enchufe recibirás una descarga. 

Efectos paradójicos del castigo

El castigo puede llegar a convertirse en una señal para el reforzamiento positivo. La atención es una fuente poderosa de reforzamiento para los niños. 

Imaginemos que los padres de un niño lo ignoran la mayor parte del tiempo, siempre y cuando no esté haciendo nada peligroso y molesto. Si el niño comienza a jugar con cerillas recibe una reprimenda y un castigo. En este caso puede llegar a convertirse en un refuerzo positivo, con la consecuencia de que el niño buscará el castigo como medio de obtener atención.

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20 Alternativas al castigo

1. Haz preguntas

¿Qué pasó? ¿Y ahora, cómo lo resolverás? ¿Qué aprendiste de esto?

Es probable que las primeras veces que implementes esta herramienta, tus hijos contesten “no sé” porque están desconcertados sobre la nueva forma en que actúas cuando ellos sobrepasan un límite.

Entonces, si te contesta “no sé” tú simplemente dile: “eres bueno/a resolviendo problemas, ¿porqué no lo piensas un momento y luego retomamos para que me cuentes tus conclusiones?”.

2. Sigue la regla de oro

Ponte en su lugar y trátalo cómo te gustaría que te tratasen en la misma situación.

3. Expresa cómo te sientes

Por ejemplo: “Estoy enfadado/a por lo que acabas de hacer y me gustaría contar con tu ayuda para solucionarlo”.

4. Confía en que tu hijo/a

Para ello puedes expresar: “Estoy seguro/a de que puedes pensar en una solución útil para resolver este problema, confío en ti”.

5. Evita las luchas de poder

Cuando no te haga caso, evita entrar en una pelea por el poder, porque esto puede ser muy desgastante y un círculo vicioso. En muchas ocasiones es efectivo decirle lo que tú harás en vez de centrarse en que cumpla la orden al instante.

Por ejemplo: “Voy a poner la lavadora sólo con la ropa que esté en el cesto”, o “Si no recoges tus juguetes tras jugar con ellos, como quedamos, lo recogeré yo y quedarán guardados por un día”.

6. Aplica tiempo fuera positivo

Puedes decir, por ejemplo: “Estoy enfadado/a con lo que acabas de hacer, pero como me importas, esperaremos a que podamos calmarnos ambos para ser respetuosos y continuar con esta conversación”.

7. Motiva el respeto

“Sé que puedes decir lo mismo de una manera respetuosa, no responderé a esos modos”.

8. Aplica la consecuencia que se haya acordado con anterioridad en el núcleo familiar

Habla previamente con tus hijos y diles qué pasará si una regla no se cumple para que esté prevenido y sepa que sus elecciones tienen consecuencias.

9. Re-dirige la conducta

Los niños/as están más dispuestos a reflexionar sobre sus actos cuando sus padres (u otras personas), les dan la posibilidad de intentarlo. Así que si tu hijo hace algo que te disgusta, invítalo a hacer algo útil como una forma de remediar de su error.

10. Sé ejemplo

Si lo que estás tratando de que se calme y reconsidere sus acciones, no podrás hacerlo desde el enfado o la ira. Para es necesario que primero nos calmemos nosotros para así pensar con claridad sobre lo que le dirás o cómo actuarás.

11. Aplica la fórmula

“Premio = responsabilidad / falta de responsabilidad = pérdida de premio”. 

12. Reuniones familiares

Cuando un límite sea transgredido una y otra vez, en lugar de caer en cantaletas del tipo “pero lo hemos hablado cien veces”, retoma el asunto para discutirlo familia y así elaborar una alternativa más efectiva entre todos.

13. Considera los comportamientos desafiantes como oportunidades para adquirir habilidades de vida

Por ejemplo, después de un berrinche, cuando ya está calmado, invítale a charlar sobre lo sucedido, enséñale cuáles son las formas correctas de hacer o pedir las cosas.

14. Ayúdalo a identificar sus emociones

Expresar lo que pensamos y sentimos no es tarea fácil. Ni siquiera muchos adultos pueden hacerlo. Crea una cartulina con caritas con expresiones básicas como alegría, tristeza, enojo, miedo, asombro, etc. y enseña a tu hijo sobre esas emociones. Dile que cuando no pueda decirte cómo se siente, puede recurrir a la cartulina para señalártelo.

15. Usa cuentos y juegos para entrar en su mundo

El juego y los cuentos son primordiales en la infancia y un excelente camino para educar. Adquiere libros que fomenten valores, que hablen de hábitos y situaciones de la vida cotidiana que pudiera vivir tu hijo y léelos con él/ella. En algún momento que vivas una situación relatada en alguno de los cuentos, recurre a esa información como auxiliar en el problema.

16. Utiliza frases amables y firmes a la vez

Por ejemplo: “Es momento de subirnos al auto, jugaremos a lo que tú quieres más tarde”.

17. Hazle saber lo importante que es para ti

Nunca olvides que el arma más poderosa para evitar el mal comportamiento es darle cariño, ayudarle a desarrollar una autoestima positiva. Asegúrate de hacerle saber que es importante y valioso. 

20. Entrena conductas positivas

Nadie nace sabiendo, por tanto, si queremos que nuestros hijos sean cooperadores y hagan las cosas que les pedimos, en necesario tomar el tiempo previo para entrenarlos y explicarles los procedimientos. Jugando también se puede enseñar, no olvides que el aprendizaje se adquiere mejor si está relacionado a una experiencia positiva.

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